Aunque el noble arte, y muy especialmente la categoría
del peso pesado, ha generado una peculiar amalgama de figuras, ninguna resulta
más extraña que la del gigante italiano Primo Carnera.
Nacido en Sequols el 25 de octubre de 1907, pronto
abandonaría el hogar paterno y probaría fortuna como forzudo en un circo.
Corría el año de 1928 cuando un veterano peso pesado
francés, Paul Tournée, contempló atónito al joven Carnera cargando un piano sobre
su espalda. La contextura y fuerza del joven encendieron en Tournée la idea de
transformarlo en boxeador.
Pacífico, bonachón y crédulo, este coloso de dos
metros cinco centímetros y ciento siete kilos adolecía del temperamento e
instinto agresivo, argamasa imprescindible en la forja de un púgil.
No obstante lo anterior, Carnero desarrolló una
agilidad sorprendente para sus proporciones, un aceptable juego de piernas y un
demoledor estilo en la lucha cuerpo a cuerpo.
Así, en septiembre de ese mismo año, Carnera
atravesaría el ensogado. Aunque verde, lento y torpe, su potencia colosal acabó
doblegando a su adversario.
Tras una larga serie de triunfos, la mayoría por K.O.,
habría de enfrentarse finalmente al campeón del mundo, Jack Sharkey. Hill Muldoon,
Presidente de la Comisión Atlética del Estado de Nueva York, declararía:
Carnera no solo liquidará a Sharkey, sino que es demasiado fuerte y demasiado
grande para los propios pesos pesados, en el futuro habrá que crear una
supercategoría y permitir a Primo Carnera enfrentarse solamente con
contrincantes que puedan acercarse a sus propias y gigantescas proporciones”.
Aunque la idea de Muldoon no cuajó, justo es reconocer
su don profético, pues uno de los más candentes cuestiones hoy reside en la
necesidad de una categoría de superpesados para púgiles como los Klitchko,
Lewis, Fury, Valuev…
Finalmente, la noche del 29 de junio de 1933, Carnera
y Sharkey congregaron más de cuarenta mil gargantas vociferantes en el Garden
Bowl de Long Island City. Gran parte de la afición aún consideraba a Carnera
como un mamut y un bufón. Sin duda el criterio cambió en el sexto asalto… un
gancho de derecho a la carótida lanzó a Sharkey contra la lona. Cuando el
árbitro acabó de desgranar la cuenta, el ya ex campeón continuaba inmóvil.
Aquella misma noche, multitud de partidarios de
Sharkey protestaron. Afirmaban que Carnera tenía algo escondido en los guantes,
pues no podían aceptar un K.O. tan rotundo. Y no les faltaba razón, Carnera
llevaba algo en los guantes: dos puños demoledores.
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