A 47 años del Joe Frazier-Ringo Bonavena II
El pasado combate entre Wladimir Klitschko y Tyson Fury desplegó un
estallido de mastodóntica masa muscular. Bajo los focos del Esprit Arena, dos dinosaurios que no desentonarían en un ring de Wrestling o en la estiba
de un buque mercante, intercambiaron manos pesadas, empujones y solidez
paquidérmica.
Nada que reprochar, por supuesto. Nadie debe cuestionar los
quilates de quien salta al cuadrilátero y se enfunda los guantes. Si, además,
nos referimos a campeones del mundo de los pesos pesados, cualquier
cuestionamiento resultaría ofensivo a la par que ridículo. Sin embargo…
¿quién no habría deseado ver mejor a dos pesos pesados como Joe
Frazier u Oscar Ringo Bonavena la pasada noche?
La pregunta no es baladí, pues en días como hoy, un diez de
diciembre del cada vez más lejano año 1968, cruzaron sus guantes en el Spectrum
de Philadelphia el norteamericano Smokin Joe Frazier y el
argentino Oscar Ringo Bonavena… Sí, imposible eludir el
insidioso y punzante What if (qué habría ocurrido si…)… Particularmente,
opino que ni W. Klitschko ni Tyson Fury hubieran acabado “vivos” ante Frazier o
Bonavena
Joe Frazier, el inolvidable Smokin
(humeante) Joe Frazier, exacto
apelativo pues su más precisa descripción es que salía echando humo. “Hablen
sobre Joe Louis, sobre Alí, también sobre mí, pero la verdad es que solo
hay un Smokin Joe, el único e inigualable Joe Frazier”,
declaró George Foreman (El Mundo, miércoles 9 de noviembre de 2011, p.38)
Por su parte, Oscar Ringo Bonavena
había sentado a su rival dos veces en la lona en el choque librado en el
Madison Square Garden de Nueva York un par de años antes.
En esta
segunda batalla ocurrió algo curioso pero, a la par, indicativo de la clase de
colosos a los que nos referimos… el ritmo del combate fue creciendo a medida
que se disputaban los diez asaltos. El púgil argentino, con el arco superciliar
izquierdo abierto no dudó en enzarzarse en un cuerpo a cuerpo casi suicida, sin
importarle el gancho de izquierdo homicida con el que Smokin solía rematar sus peleas. Por fortuna, las nuevas
tecnologías nos brindan el privilegio de contemplar imágenes de aquella pelea. Busquen
un sofá, su bebida favorita y, en la tranquilidad de una tarde o noche de fin
de semana disfruten de esta pelea
Trágicamente, el 22 de mayo de 1.976, en la tarde porteña plomiza
lluviosa, Una mano cobarde, emboscada en la
lejanía de un rifle escondido, apretó el gatillo que acabaría con la vida de
Oscar Bonavena
El disparo del Winchester calibre 30-30 accionado por Willard Ross Brymer, matón a sueldo del hampón Joe Conforte, propietario del prostíbulo Mustang Ranch de Reno, convirtió en materia inerte un corazón indomable. Cinco días después, más de 100.000 personas desafiaron el estado de sitio de la dictadura rindiendo tributo al boxeador, velado en el Luna Park.
El disparo del Winchester calibre 30-30 accionado por Willard Ross Brymer, matón a sueldo del hampón Joe Conforte, propietario del prostíbulo Mustang Ranch de Reno, convirtió en materia inerte un corazón indomable. Cinco días después, más de 100.000 personas desafiaron el estado de sitio de la dictadura rindiendo tributo al boxeador, velado en el Luna Park.
Años más tarde, un triste día de noviembre de 2.011, el
cáncer, ¡malditas células malignas!, acabó con la vida de Frazier.
El periodista y escritor Juanma
Rodríguez escribió en Quédate en el ring
(p.37): “Mierda de cáncer. Me habría gustado ver un combate en igualdad de
condiciones entre esas piojosas células malignas y el bueno de Joe. Otro gallo
habría cantado… pero atacando todas juntas y por la espalda, a traición,
pudieron con él”.
Razón no le
faltaba a Juanma Rodríguez… ¡y qué cruel calco de la vida, donde tantas veces los
malos y mediocres se juntan para atacar a traición a los más nobles y valiosos,
pues uno a uno y por separado aquellos no son nada!
Hace tiempo que Frazier y Bonavena engrosaron el selecto
panteón de la mitología pugilística. Tal vez en algún escarpado Olimpo, libre
ya de las prisiones del tiempo y el
espacio, en alguna ignota dimensión extramaterial, las viejas almas de ambos
sigan latiendo con furia ante el sonido del gong que antecede al fragor de la
multitud. Bonavena, deseará anteponer su coraje a los modernos Klitsckovs o
Tyson Fury.
¿Y Frazier?, ¡Oh, Smokin, Joe! … tal vez si una noche
clara miramos las entrañas de las constelaciones podamos distinguir el gancho
de izquierda de tu silueta charolada…
¡Gloria homérica a Ringo y Smokin!
Gustavo Vidal