martes, 28 de junio de 2016

29 de junio de 1933...Primo Carnera noquea a Jack Sharkey



Aunque el noble arte, y muy especialmente la categoría del peso pesado, ha generado una peculiar amalgama de figuras, ninguna resulta más extraña que la del gigante italiano Primo Carnera.

Nacido en Sequols el 25 de octubre de 1907, pronto abandonaría el hogar paterno y probaría fortuna como forzudo en un circo.
Corría el año de 1928 cuando un veterano peso pesado francés, Paul Tournée, contempló atónito al joven Carnera cargando un piano sobre su espalda. La contextura y fuerza del joven encendieron en Tournée la idea de transformarlo en boxeador.

Pacífico, bonachón y crédulo, este coloso de dos metros cinco centímetros y ciento siete kilos adolecía del temperamento e instinto agresivo, argamasa imprescindible en la forja de un púgil.

No obstante lo anterior, Carnero desarrolló una agilidad sorprendente para sus proporciones, un aceptable juego de piernas y un demoledor estilo en la lucha cuerpo a cuerpo.
Así, en septiembre de ese mismo año, Carnera atravesaría el ensogado. Aunque verde, lento y torpe, su potencia colosal acabó doblegando a su adversario.

Tras una larga serie de triunfos, la mayoría por K.O., habría de enfrentarse finalmente al campeón del mundo, Jack Sharkey. Hill Muldoon, Presidente de la Comisión Atlética del Estado de Nueva York, declararía: Carnera no solo liquidará a Sharkey, sino que es demasiado fuerte y demasiado grande para los propios pesos pesados, en el futuro habrá que crear una supercategoría y permitir a Primo Carnera enfrentarse solamente con contrincantes que puedan acercarse a sus propias y gigantescas proporciones”.


Aunque la idea de Muldoon no cuajó, justo es reconocer su don profético, pues uno de los más candentes cuestiones hoy reside en la necesidad de una categoría de superpesados para púgiles como los Klitchko, Lewis, Fury, Valuev…

Finalmente, la noche del 29 de junio de 1933, Carnera y Sharkey congregaron más de cuarenta mil gargantas vociferantes en el Garden Bowl de Long Island City. Gran parte de la afición aún consideraba a Carnera como un mamut y un bufón. Sin duda el criterio cambió en el sexto asalto… un gancho de derecho a la carótida lanzó a Sharkey contra la lona. Cuando el árbitro acabó de desgranar la cuenta, el ya ex campeón continuaba inmóvil.


Aquella misma noche, multitud de partidarios de Sharkey protestaron. Afirmaban que Carnera tenía algo escondido en los guantes, pues no podían aceptar un K.O. tan rotundo. Y no les faltaba razón, Carnera llevaba algo en los guantes: dos puños demoledores.

NOTA.- Si te gustó  este artículo, puedes compartirlo con tus amigos y contactos.


domingo, 26 de junio de 2016

A 102 años del Jack Jonson-Frank Moran

El  27 de junio de 1914, Jack Johnson defendía su título ante Frank Moran.

La pelea, en retazos desvaídos, puede disfrutarse en la red. Nunca podrá agradecerse bastante a quienes han conservado aquellas peleas añejas como el buen vino…
 https://www.youtube.com/watch?v=LSFnFS1snmk

Johnson, el altanero y desafiante dios de charol había nacido en Galveston, Texas, el 31 de marzo de 1878.  Afrontaba la pelea con un récord de 40-5-8 y la corona de campeón del mundo ceñida en sus sienes.
Por su parte, Moran aspiraba al cetro con una marca de 21-6-2 peleas.


Johnson que amaba el boxeo, pero todavía más la vida, nunca arriesgaba en el ring. Su metro ochenta y nueve y sus noventa y cuatro kilos se desplazaban armoniosos por la  lona cumpliendo la máxima del boxeo: pegar y que no te peguen.

Como bien señalaba Nat Fleischer,  El gigante de Galveston se contentaba, las más de las veces, con ganar por puntos y el público, en general, llegó a creer que carecía de poder en los puños…¡pero los adversarios no pensaban lo mismo! (Los colosos del boxeo, N. Fleischer, Edit. Hispano Europea, 1954, pág 184)

Las peleas con Moran, Spoul y Jim Johnson fueron disputadas en París. Jack Johnson se había exiliado voluntariamente de su tierra a causa de haber sido condenado a un año de cárcel por violar la “Mann Act”. El público francés, por tanto, pudo en base a esa carambola del destino, disfrutar del boxeo de una estrella. Cierto que el gran Johnson ya había emprendido la cuesta abajo, el inevitable declive de la juventud que se apaga, pero aun así los fogonazos de su calidad alumbran en el recuerdo y en cortas filmaciones de añoso celuloide.

Así,  Johnson golpearía  a Moran lo justo para ganar el combate. Veinte asaltos que, en palabras de Mike Tyson, desplegaban un estilo con el que yo no habría ganado un chavo, ¿por qué? Pues porque te podías quedar dormido viéndole pelear.

Y algo de razón le asiste al coriáceo Iron Mike,  pero quienes no se acercan al boxeo con el morbo del dolor y la sangre, quienes degustan el espectáculo de dos atletas compitiendo según unas reglas limpias y nobles, quienes aprecian el arte del paso lateral, el juego de piernas, el bascular del tronco y la carga armoniosa del peso corporal en el restallar de látigo de los buenos golpes, esos sí que podrán disfrutar del boxeo de Jack Jonson,  quien en palabras del maestro Nat Fleischer:

Después de dedicar muchos años al estudio de la historia de los pesos pesados, no vacilo ahora en considerar a Jack Johnson como uno de los más grandes boxeadores de todos los tiempos. Poseía insuperables cualidades y dominaba todos los resortes del ring. Fuerte  y alto, estaba dotado de  una perfecta coordinación en sus movimientos. En todas sus posiciones y golpes había alcanzado la más alta cima (Op. Cit, pág 191))

Potencia, armonía, coordinación, inteligencia e insolente superioridad. Así fue Jack Jonhson, el gigante de Galveston, un boxeador sencillamente inolvidable.


NOTA.- Si te gustó  este artículo, puedes compartirlo con tus amigos y contactos.