jueves, 3 de diciembre de 2015

A 47 años del  Joe Frazier-Ringo Bonavena II



El pasado combate entre Wladimir Klitschko y Tyson Fury desplegó un estallido de mastodóntica masa muscular. Bajo los focos del Esprit Arena, dos dinosaurios que no desentonarían en un ring de Wrestling o en la estiba de un buque mercante, intercambiaron manos pesadas, empujones y solidez paquidérmica.
  
   Nada que reprochar, por supuesto. Nadie debe cuestionar los quilates de quien salta al cuadrilátero y se enfunda los guantes. Si, además, nos referimos a campeones del mundo de los pesos pesados, cualquier cuestionamiento resultaría ofensivo a la par que ridículo. Sin embargo…  ¿quién no habría deseado ver mejor a dos pesos pesados como  Joe Frazier u Oscar Ringo Bonavena la pasada noche?



   La pregunta no es baladí, pues en días como hoy, un diez de diciembre del cada vez más lejano año 1968, cruzaron sus guantes en el Spectrum de Philadelphia el norteamericano Smokin Joe Frazier y el argentino Oscar Ringo Bonavena…  Sí, imposible eludir el insidioso y punzante What if (qué habría ocurrido si…)… Particularmente, opino que ni W. Klitschko ni Tyson Fury hubieran acabado “vivos” ante Frazier o Bonavena

  Joe Frazier, el inolvidable Smokin (humeante) Joe Frazier, exacto apelativo pues su más precisa descripción es que salía echando humo. “Hablen sobre Joe Louis, sobre Alí, también sobre mí, pero  la verdad es que solo hay un Smokin Joe, el único e inigualable Joe Frazier”, declaró George Foreman (El Mundo, miércoles 9 de noviembre de 2011, p.38)

Por su parte, Oscar Ringo Bonavena había sentado a su rival dos veces en la lona en el choque librado en el Madison Square Garden de Nueva York un par de años antes.



   En esta segunda batalla ocurrió algo curioso pero, a la par, indicativo de la clase de colosos a los que nos referimos… el ritmo del combate fue creciendo a medida que se disputaban los diez asaltos. El púgil argentino, con el arco superciliar izquierdo abierto no dudó en enzarzarse en un cuerpo a cuerpo casi suicida, sin importarle el gancho de izquierdo homicida con el que Smokin solía rematar sus peleas. Por fortuna, las nuevas tecnologías nos brindan el privilegio de contemplar imágenes de aquella pelea. Busquen un sofá, su bebida favorita y, en la tranquilidad de una tarde o noche de fin de semana disfruten de esta pelea

Trágicamente,  el 22 de mayo de 1.976, en la tarde porteña plomiza lluviosa,  Una mano cobarde, emboscada en la lejanía de un rifle escondido, apretó el gatillo que acabaría con la vida de Oscar Bonavena

El disparo del  Winchester calibre 30-30 accionado por Willard Ross Brymer, matón a sueldo del hampón  Joe Conforte, propietario del prostíbulo Mustang Ranch de Reno, convirtió en materia inerte un corazón indomable. Cinco días después, más de 100.000 personas desafiaron el estado de sitio de la dictadura rindiendo tributo al boxeador, velado en el Luna Park. 

   Años más tarde, un triste día de noviembre de 2.011, el cáncer, ¡malditas células malignas!, acabó con la vida de Frazier.
 
   El periodista y escritor Juanma Rodríguez escribió en Quédate en el ring (p.37): “Mierda de cáncer. Me habría gustado ver un combate en igualdad de condiciones entre esas piojosas células malignas y el bueno de Joe. Otro gallo habría cantado… pero atacando todas juntas y por la espalda, a traición, pudieron con él”.

   Razón no le faltaba a Juanma Rodríguez… ¡y qué cruel calco de la vida, donde tantas veces los malos y mediocres se juntan para atacar a traición a los más nobles y valiosos, pues uno a uno y por separado aquellos no son nada!


   Hace tiempo que Frazier y Bonavena engrosaron el selecto panteón de la mitología pugilística. Tal vez en algún escarpado Olimpo, libre ya  de las prisiones del tiempo y el espacio, en alguna ignota dimensión extramaterial, las viejas almas de ambos sigan latiendo con furia ante el sonido del gong que antecede al fragor de la multitud. Bonavena, deseará anteponer su coraje a los modernos Klitsckovs o Tyson Fury.

 ¿Y Frazier?, ¡Oh, Smokin, Joe! … tal vez si una noche clara miramos las entrañas de las constelaciones podamos distinguir el gancho de izquierda de tu silueta charolada…

¡Gloria homérica a Ringo y Smokin!

Gustavo Vidal